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  • Foto del escritorMARITZA MONASTERIO

UN DISFRAZ POR LOS DADOS

Actualizado: 6 oct 2020


-Las travesuras de mi abuelo-

“Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”

S. Mateo 6:13. La Biblia, NTV.

......................

¡Seguimos con la serie Honrando la Herencia Familiar! Tercer artículo. Y, por supuesto, como protagonistas mis abuelitos maternos, peculiares únicos e inolvidables: Carmen y Enrique. Soy Maritza Monasterio Figuera y siempre es un gusto para mí invitarlos a leer un poco de mi historia. ¡Por favor pasen adelante!, pónganse cómodos y disfruten. *************

Enrique trabajaba muchísimo. Pasaba muchos días fuera de casa pescando, pues la actividad lo exige. Tenían que irse en grupo, en un bote grande, con camarote para dormir, mar afuera, según la época del año, el clima, los vientos y la temporada, para poder conseguir un buen botín.

Hablo de inicios del siglo XX. Entre las décadas de los años 1920-1940. Zona costera caribeña del Estado Sucre. En una sociedad eminentemente rural y un país gobernado por otro caudillo. Pobreza, educación incipiente, prácticamente sin energía eléctrica, calles de tierra, casas de bahareque.

Mi abuela me contaba que los postes de luz se instalaban con una distancia como de dos cuadras entre uno y otro. Así que en las noches, las calles eran sombrías, a media luz, casi fantasmagóricas.

En esa nocturnidad escasamente iluminada, la gente realmente no se reconocía, ¡creían hacerlo! Se saludaban como los típicos orientales rurales, con voz nostálgica, alargando las sílabas o vocales finales:

“Adiós mijaaá! Cómo están los muchachos?”

“Saludos Carmen ooooh”

Todos lo hacían igual, de hecho aún es así (te abrazo fuerte Sucre de mi corazón).

Bueno pues, con esa dinámica de vida rural, trabajo sacrificado, nocturnidad escasamente iluminada y esposa criando a un equipo de fútbol, los hombres, como portadores del sagrado derecho a la diversión y relajación, se reunían a pasar el rato, entre otras cositas, jugando a los dados.

Mi abuela era una mujer organizada. Sabía leer, escribir y calcular (¡mucho!). Era la administradora del hogar. Llevaba las cuentas y el presupuesto. Cuidaba el dinero que con tanto esfuerzo producían y tanta falta hacía.

Mi abuelo era sabio por naturaleza, sabía contar, era un hombre de negocios. Pero le encantaba jugar a los dados, cosa que mi abuela no le aprobaba, y se lo combatía abiertamente.

Mi abuelo solo quería pasar el rato, divertirse con los panas (amigos). Y, para lograrlo, estaba dispuesto a arriesgarse mucho 💪🏻😎😂.

Una noche, salió a reunirse con los panas. Normal. Iba a jugar a los dados. Al rato, alguien invita al grupo a otro lugar donde acaban de abrir una nueva ronda de juego. Y todos decidieron irse en el acto! 🎲🎲

Pero…. había un problema que Enrique debía resolver.🙄😣😱

Para llegar al nuevo garito, obligatoriamente debía pasar por el frente de su casa😱😱. No había atajos. ¿¿Y quién estaba allí disfrutando, también, de su momento de relax, conversando con las vecinas?? 🛑🛑 Ya lo saben: ¡mi abuela!👵😉

¡Qué buena vaina chico! - Le dijo mi abuelo a uno de los amigos que lo acompañaban. Pero enseguida se impuso el ingenio.😎

El amigo le dice – Vámonos a mi casa que está aquí atrás, te pones un vestido de mi mamá, un turbante en la cabeza, ¡y listo! 🙌

Y así fue.

Cuenta mi abuela que, absorta en la conversa del momento, se fija en que vienen acercándose hacia su casa dos personas. Un hombre y una mujer. Cómo ella reconocía al hombre, asumió quién era la fémina que lo acompañaba: su esposa, ¡obvio!

Con la calle en tinieblas, el reconocimiento por voz era el código para la validación de identidad:📣📣

“Adiós Carmen oooh, ¿Cómo están los muchachos?”

“Adiós mijaaá, tan bien, Gracias a Dios”

Y así llegó victorioso mi abuelito a la conquista de los dados. 🎲🎲🙌😂🤣

*********************************

Los amo: Carmen y Enrique. QEP.❤❤

Maritza Monasterio Figuera

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